LA EXPOSICIÓN
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Laura BaigorriPeter Pan, en la novela de J. M. Barrie, nos enseñó que para poder volar solo hay que pensar en cosas maravillosas, que la muerte es una decisión y que seguramente será una aventura prodigiosa. También nos enseñó que la doble negación del “Jamás” se encuentra en la segunda estrella a la derecha, eso sí, si no paramos de volar hasta el amanecer…
Algunos saben (¿sabemos?) que hace tiempo aprendimos a volar y que ahora volamos muy rápido. Pero en este mundo que nos toca vivir, lo que se nos ha olvidado –o tal vez nunca aprendimos– es cómo aterrizar, cómo descender lentamente, mirar el paisaje, entenderlo y, tras un suave deslizamiento, apagar los motores.
La voz de un protagonista (el piloto) estructura el film. Su nombre en clave: BluePeter. ¿Es él el guía…? ¿Es él el que viaja…? ¿Es él el que sabe…? A lo largo del trayecto BluePeter establecerá conversaciones intermitentes con todas las sonoridades del vídeo, y particularmente con su alter ego, GreenPeter (ese que, según dicen, será siempre joven).
En el mundo de niños perdidos que proponemos, un “campo eventual” es un lugar posible para el aterrizaje forzoso. BluePeter lo sabe porque se acuerda de que GreenPeter (antes de irse) le había hablado de ello: “Todos los pilotos tienen en un lugar de la cabina un plano de campos eventuales; un mapa complejo en el cual valles, autopistas, campos de fútbol, glaciares o playas han sido señalizados como lugares adecuados para escapar al crash fatal”.