BIOGRAFÍA
Sally Gutiérrez (Madrid, 1965) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Con posterioridad desarrolló su trabajo en Berlín y en Nueva York, donde realizó un máster en Media Studies en la New School University, participó en el programa ‘Whitney Independent Study’ y en la residencia del ‘Lower Manhattan Cultural Council at the Twin Towers’.
En la actualidad imparte clases en la Universidad Europea de Madrid, forma parte del colectivo artístico Declinación Magnética y del grupo de investigación Península.
Su obra se ha expuesto en museos y galerías tales como Metamatic:Taf (Atenas), Matadero, Museo Nacional Reina Sofía, La Casa Encendida, Formato Cómodo (Madrid), MACBA (Barcelona), Jeu de Paume (París), Kunstwerke, Academia de las Artes (Berlín), Parker’s Box, Galería Whitebox, PS1 (Nueva York), entre otros.
PROYECTO
‘Ta acorda ba tu el Filipinas?’, 2016
(Vídeo, 82′)
‘Ta acorda ba tu el Filipinas?’ es una película acerca de las huellas y fantasmas de la globalización pasada y presente. La pluralidad y complejidad del lenguaje —entendido en un sentido no meramente verbal, sino como campo de fuerzas políticas y estéticas— es objeto de reflexión e hilo conductor de una narración no lineal, donde se entrelazan silencios y conversaciones entre miembros de diversos grupos lingüísticos: desde la minoría hispanohablante de Manila, que aún conserva el idioma heredado de la época colonial, hasta la población de Zamboanga, que habla la lengua chabacana, un idioma criollo sincrético que mezcla el castellano y el malayo (y en el que se escribe el título de la película).
En ‘Ta acorda ba tu el Filipinas?’ después de las palabras (la historia en chabacano, español, inglés, etc.) vienen los sonidos (las campanas, el muecín, la cuchara) y luego los gestos (el culto, el baile, las manos que trabajan). Porque en la película la Lengua, como institución histórica y política, es sinónimo de humillación histórica. Es una película sobre la sistemática devastación de un grupo humano por su sometimiento a la Lengua hasta el punto donde los gestos humanos y los sonidos comunican más que el propio lenguaje oral. Como si solo esa involución —de la lengua al sonido y del sonido al gesto— fuera legítimamente una forma de revolución silenciosa.
[…] Ese bordador callejero que borda el título solo puede bordar el argumento de la película al final, como si el lenguaje de Filipinas, en la locura de su machacamiento histórico, político y territorial, ya no fuera pronunciable sino solo inscribible…; como si esa involución fuera natural en las calles de Manila, de Zamboanga.
[…] Allí ya no hay lenguaje oral, solo hay gestos humanos —el baile, el culto, el trabajo— y la película solo se construye con ecos y con rumores, nunca con explicaciones —como si ni siquiera en la Historia hubiera saber histórico.»
(Pablo Sigg, cineasta y crítico)
La comisión lo ha elegido por “proponer una mirada innovadora sobre el espacio urbano y colonial y por el creativo uso de datos historiográficos al servicio de la ironía y la crítica”.