BIOGRAFÍA
MÁS SOBRE
Lois PatiñoLois Patiño (Vigo, 1983) es licenciado en Psicología (UCM), ha estudiado cine en el Centro Universitario de Artes Tai (Madrid), en la NYFA (Nueva York) y el Máster en Documental de Creación en la Universidad Pompeu Fabra.
Sus vídeos y videoinstalaciones se han podido ver en centros de arte nacionales como el MACBA, CCCB, La Casa Encendida, MARCO… e internacionales como el Centro Cultural San Martín (Buenos Aires), Konstnärshuset (Estocolmo), Galería Copperfield (Londres) o la JIFF Art Gallery (Jeonju).
Sus películas se han mostrado en festivales como el de Cine de Nueva York, Toronto, Róterdam, la Viennale, el Bafici, Cinéma du Réel, entre otros, obteniendo numerosos premios internacionales: Locarno, Oberhausen, San Francisco, Clermont-Ferrand…
Está representado por la Galería Rocío Santa Cruz (Barcelona), Galería Vilaseco (A Coruña) y por la productora de cine Zeitun Films.
PROYECTO
‘Tiempo vertical’, 2016
(Videoinstalación)
En el desierto de Marruecos la noche diluye las formas. Desde la abstracción nocturna, la luz va poco a poco devolviendo al espacio su dimensión y al cuerpo su volumen. Figuras inmóviles puntúan el paisaje. La quietud concentra así la mirada y la duración la densifica: por la arena parece avanzar un silencio denso. Suena el ‘adhan’ —la llamada a la oración— y la inmovilidad, que condensada, comienza a irradiar: y ahora son los cuerpos los que se diluyen en el desierto.
‘La inmovilidad irradia’
(Gaston Bachelard)
‘Fajr’ tiene un doble significado en árabe: designa al amanecer y también al ‘adhan’, cántico de llamada a la oración que suena desde las mezquitas justo antes del amanecer. Estos cánticos irrumpen cinco veces al día en las poblaciones musulmanas. Voces que aparecen sobrevolando las ‘kasbahs’, los palmerales, las dunas… Como un recordatorio de que, más allá de la vida cotidiana, coexiste una espiritual. Cuando llegan las palabras del cántico, el ritmo habitual de la vida adquiere otra fluidez, penetramos en un modo distinto de experimentar el tiempo. Sin duda más introspectivo, un tiempo interior, y por eso más abierto y profundo. El cántico supone así una interrupción, un paréntesis en el fluir cotidiano, y una vez termina, el ritmo habitual se restituye.
El desierto, espacio mítico de retiro espiritual, ha invitado con su vacío de formas y su tiempo suspendido a multitud de ermitaños y profetas a la soledad. “Hay que ir 40 días al desierto y adelgazar” decía Nietzsche.
El desierto transforma, como reacción a su amplitud, desde la condensación en uno mismo. El espacio abierto que te rodea, sin estímulos visuales concretos a que agarrarte —Borges habló del vértigo horizontal que sintió en el desierto—, te lleva a sumergirte en ti mismo. Una concentración meditativa que puede llevar al eremita, en última instancia, a un estado de éxtasis espiritual, a una despersonalización: salir de uno mismo para diluirte en el Todo.
La Comisión evaluadora ha elegido esta propuesta por “su análisis sobre la idea del tiempo como elemento fundamental de la imagen en movimiento, y su vinculación al ámbito de las ideas partiendo de Bergson y Bachelard entre otros”.